Teniendo en cuenta las temporalidades y la finitud de los recursos naturales, nos lleva a concebir el desarrollo no como un progreso infinito en el uso de los recursos naturales. Sino en el uso racional y eficiente de los mismos. Pero entonces esto nos lleva a preguntarnos cómo realmente la hondureñidad alcanzará un desarrollo sostenible pleno, en donde se erradique la pobreza, la miseria, y se dignifique la vida humana y de la naturaleza en una armonía que también nos permita disfrutar de las bondades de una sociedad altamente interconectada y compleja.
Este es un proceso que la sociedad hondureña en su conjunto debemos definir. Debemos preguntarnos qué tipo de sociedad aspiramos, qué economía podemos tener, y qué país queremos forjar. Es importante hacer este ejercicio de autorreflexión y deliberación en nuestros entornos familiares, con amigos, y conocidos para que como sociedad vayamos despertando y esbozando los verdaderos anhelos de nuestra sociedad.
Primero debemos sentir ese fervor catracho que nos impulse a saber, a buscar, a indagar, a conocer de nuestro pasado, de nosotros mismos, de nuestras potencialidades, y luego hay que realmente querer el cambio. No se puede transformar Honduras, ni educar en transformar si de verdad no existe un anhelo de transformación. Es decir, nos basta que nos duela y que sepamos qué está mal, sino que debemos profundamente desear un cambio que empiece a secar las lágrimas, sanar las heridas, y nos permita levantarnos del abismo que estamos.
De doler, saber, y querer debemos pasar a las posibilidades de cambio. Crear todas las condiciones propicias para poder transformar la sociedad. Dentro de esas condiciones tenemos que forjar una ética hondureña, un Ethos de la Hondureñidad que nos distinga, que nos orgullezca ser catracho. Esa ética que se oriente en la preservación de la vida humana y sobre todo de los más olvidados, vilipendiados y necesitados. Pero también una ética que construya consensos. Así como una frase famosa: pararse sobre hombros de gigantes o en latín nanos gigantum humeris insidentes. Es decir, construir apoyándonos mutuamente entre todos. Haciendo y tejiendo redes de solidaridad, respeto, amor, entendimiento y también conocimiento.